sábado, 9 de noviembre de 2013

Cuando amar se convierte en el fantasma de las Navidades pasadas.....

Ya hay muchos libros, artículos, series y películas sobre el almibarado tema del amor, cada uno con su historia, con sus influencias. con su diagnóstico. A la hora de la verdad la teoría es muy bonita pero confluyen demasiadas variables y la práctica es muy complicada, pues como decía alguien muy especial para mi..."Cada uno sabe lo suyo". 


Estoy cansada de ver a mujeres guapas, inteligentes, simpáticas, cariñosas, profesionales, que cualquiera se haría cruces por tenerlas y que en cambio están solas y piensan que pasa algo raro con ellas.....
Estas no son las típicas manipuladoras o las típicas mujeres felpudo que aceptan una falta de respeto o falta de atención ya que no se encariñan con facilidad y les cuesta que alguien las seduzca tanto en atracción emocional como intelectualmente.....
No buscan alguien perfecto, solo alguien perfecto para ellas, tampoco buscan una pareja, pero si les gustaría tenerla porqué no? ese alguien especial con quien intentar andar un camino.
Entonces, que es lo que falla?

Hay varios tipos de hombres obviamente pero hoy voy a tratar de los que son relativamente nobles y que realmente se han fijado en ellas con honestidad y no con engaños o como una medalla (esos también dan para otro artículo) pero esos no nos interesan en este momento.

Leyendo el artículo que publico a continuación de la Psicóloga Clínica Nuria Costa  dí con el "quid" de la cuestión......

MIEDO AL COMPROMISO, MIEDO A AMAR

Mujer y hombre se conocen y sin querer se gustan, durante esta nueva etapa todo es divertido y las horas se pasan volando, están a gusto y llega un momento en que se da cabida a la elaboración de  nuevos planes; a adquirir nuevos compromisos, nuevas responsabilidades, para con uno mismo principalmente y para con la posible pareja como objetivo común lo cual supone dar un pequeño paso...

Y sin saber porqué y a menudo en este punto, uno de los dos se paraliza, buscando una salida inmediata en la que pueda verter todos sus miedos y todas sus frustraciones. Quizás porque aquello le queda grande, quizás porque en algún momento cuando aprendió a amar  (cuando era niño) se sintió invalidado emocionalmente. Entonces el “pobre” niño-hombre con barba o la “pobre” niña-mujer con todos sus atributos bien desarrollados; huyen.

Probablemente el que se quede, el abandonado/a, retuerce sus cinco sentidos en busca de una explicación válida y razonable para justificar tal actitud conscientemente incomprensible y probablemente esa historia quedará siempre incomprendida en la memoria de quien ha sido víctima de ella pero ¿no podemos realmente desenmarañar ese misterio? Veamos…

Como he comentado en reiteradas ocasiones, aprendemos a amar cuando somos pequeños. El amor que nos otorgan nuestros progenitores o en su defecto, las personas que están a nuestro cuidado serán piezas claves para desarrollar nuestro estilo afectivo en nuestros futuros vínculos. Allí, en la infancia empezamos a tener nuestras primeras frustraciones cuando no somos queridos de la manera que necesitamos. Dicen que “no hay mejor defensa que un buen ataque” y eso será principalmente nuestra manera de tapar aquello que tanto nos dolió; defendiéndonos para así protegernos.

Siguiendo en este contexto, el amor se vive como una amenaza. Ante él podemos perder la cabeza, podemos no ser capaces de controlar lo que sentimos. Por consiguiente estamos expuestos a que nos hieran de nuevo, como cuando éramos niños y de alguna manera, esto resulta insoportable. Para ello se necesita poner freno o sin más escapar de lo que resulta un peligro para nuestro ser.

Es interesante observar la dinámica de algunas parejas donde se da la invasión-abandono. Me explico; de alguna manera el que teme amar, el que se protege, está defendiendo ser invadido y  el otro por temor al abandono se acerca más y más al compañero/a. En este caso, cuando el invadido siente con tanto tesón la invasión que el otro le demanda se produce justamente eso; el ataque!! Porque precisamente hay miedo a amar, a entregar y como posible consecuencia a perder.

Evidentemente, nadie tiene la culpa de toparse con un niño-hombre/niña-mujer poco crecido/a emocionalmente y como siempre digo; el que huye volverá a repetir su huida en nuevas parejas.
No somos responsables de las heridas de los demás, que sí de las nuestras propias. Sabemos que la interacción amorosa es difícil pero la evitación nunca nos acerca al otro, más bien separa y destruye. Miedo a comprometerse: miedo a amar y así uno siempre pierde.
Recomiendo el libro “Amarse con los ojos abiertos” de Bucay, J y Salinas, S (2000) editorial; del Nuevo Extremo, un bonito viaje hacia la relación de pareja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario